Mi círculo social, que no es muy amplio o, todavía mejor, que se ha restringido a lo largo de los años, ha tenido una movilidad sorprendente. En mi niñez, infancia y juventud se movió entre los barrios de la Unidad Vecinal número tres. Fueron años inolvidables, matizados por los amigos del Colegio José Martí y la Gran Unidad Escolar Hipólito Unanue. Ya traía conmigo, como un pan bajo el brazo, la idea de ser escritor. Esta idea se acrecentó en mi colegio secundario, con profesores como Nicolás Saravia, de Lecturas Literarias, las historias musicales de Lorenzo Humberto Sotomayor, la historia contada por mi profesor Zamudio, la Filosofía con mi profesor Flórez, pintura con Óscar Corcuera y estas líneas son muy cortas para nombrar a todos. Esos eran tiempos de multitudes, de decenas de conocidos por todos lados.
En la universidad hice algunos amigos, entre mis compañeros, que han durado toda la vida. Debo decir en las universidades, porque he estudiado tres carreras en varias universidades. Pero es ineludible contar entre mis amigos a innumerables alumnos que, pasados los años, obviaron diferencias y circunstancias. Es que empecé a enseñar en la universidad muy joven, a los diecinueve años, y algunos de mis alumnos eran mayores que yo. Con decirles que tuve entre mis alumnos a varios de mis profesores de la Gran Unidad Escolar en la que estudié. Y la anécdota más colosal es que una vez capacité a un grupo de empleados del Ministerio de Educación y tuve como alumno a mi padre. Claro, fue toda una sorpresa para él y para mí. Confieso que no aceptó ninguna ayuda y trabajó las tareas como el mejor.
La profesoral ha sido una carrera larga, muy larga, todavía sigue. He enseñado en San Marcos, Comunicación; en la Villarreal, en el posgrado de arquitectura; en la San Martín a médicos y docentes; en la Femenina del Sagrado Corazón a chicas que estaban por graduarse y en tantas otras instituciones que es imposible nombrar a todas. Especial recuerdo guardo por mis alumnos de la Facso, de Guayaquil, estuve catorce años viajando para los cursos de graduados.
Hoy todavía enseño en la Universidad de Ciencias y Artes para América Latina (Ucal), estudiantes con un perfil distinto a cuantos alumnos enseñé, muy creativos e independientes en su formación. Me comunico con alumnos de diferentes generaciones e instituciones y es una satisfacción saber de ellos y saludarnos por la calle. Vaya que la vida es corta, los conocí casi adolescentes y a veces me los encuentro con familia. Es más, he enseñado a padres, hijos y nietos. Son la savia que me nutre.
1 comentario
JessicaY DíazN · 24 de marzo de 2022 a las 20:22
Tremendos profesores, bonitas anécdotas.