Portada del libro «Yo quiero luz de luna»

Mi tercera novela, Yo quiero luz de luna, forma parte del recuerdo de mi infancia, cuando gocé de la cercanía de mis tíos mellizos Enrique, Carlos y Jesusa. Eran tíos paternos, hermanos mayores de mi padre, Luis. Ellos eran bibliómanos, coleccionistas de libros, revistas, periódicos y papeles. Vivían en el Callao y los fines de semana los visitaba con mi papá. Mientras ellos conversaban, yo escudriñaba la biblioteca, seleccionaba un libro o revista y me sentaba en la mecedora a leer. Ellos eran muy generosos, si notaban que me gustaba un libro, me lo prestaban o me lo obsequiaban y yo lo leía a mis anchas en la semana. Cuando ingresé a la secundaria y estudié letras se percataron de que escribía poesía y se animaron a mostrarme sus poemas. Los dos escribían. Eran poetas muy finos, cultos, de la hechura de la poesía española e hispanoamericana, pero jamás se animaron a publicar. Cuando se convencieron de mi vocación por las letras, empecé a recibir textos seleccionados. Recuerdo el original que conservo de una edición de Chocano, los artículos de Vallejo para Mundial y Variedades. Fueron mis tíos los que orientaron mis lecturas iniciales. Primero, textos españoles de Cervantes, Lope de Vega, Gustavo Adolfo Bécquer, Miguel de Unamuno, Ortega y Gasset, Espronceda, Antonio Machado, Federico García Lorca, Juan Ramón Jiménez, entre otros. Luego, me facilitaron libros de autores hispanoamericanos y así conocí a Neruda, Borges, Rulfo, Jorge Isaacs, Ricardo Palma, Faustino Sarmiento, José Mármol, José Martí, Rubén Darío, Gabriela Mistral, Asturias. Yo tenía doce años cuando empecé estas lecturas que luego cimenté en la secundaria, cuando llevé la asignatura de Lecturas literarias, a los quince en el Hipólito Unanue, con mi profesor Nicolás Saravia.

Lo que fue inicialmente un gusto por la lectura, se convirtió en la seguridad pasmosa de que quería ser escritor y para eso me formé toda la vida, leyendo de las fuentes originales, repasando los textos que me irían dando madurez. En la universidad aprendí a ser lector especializado. Fue allí donde comprendí que si quería escribir debería estudiar a los clásicos y seguí aprendiendo. Hasta hoy no dejo de leer y puedo dividir mi vida en leer y escribir, aunque la música, los recuerdos, la vida se mezclaron para ser el escritor que soy ahora. Esta novela es el agradecimiento a mis tíos, trata de un retazo de sus vidas, que también es la mía.


Gabriel Niezen Matos

Escritor y realizador audiovisual.

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