He publicado ocho novelas, tengo dos más ya listas para publicar y una que avanzo en el primer borrador. He leído innumerables textos, tanto en español, como en inglés, que tratan temas sobre cómo escribir relatos. Los he leído más por curiosidad que por formación, porque a mí me ocurre una cuestión singular: mis respuestas para los títulos, los comienzos, el desarrollo y los finales de todas mis novelas los sueño. Por eso tengo una libreta y un lapicero cerca, que me sirven para anotar esas ocurrencias. Claro, no podría recomendar a un joven escritor este recurso porque es muy personal.

He pensado sobre esta circunstancia y hasta la he comentado con colegas profesores psicólogos y psiquiatras y me dicen que en el sueño se despiertan las neuronas que descansan y como siempre estoy escribiendo, probablemente recuerdo las circunstancias que relato y se me aparecen figuras relacionadas con la actividad que realizo. Tal vez sea así.

Pero eso no me ocurre solamente con los finales. También me ocurre con los personajes. Como si tuvieran vida propia van actuando en mis sueños y sus acciones discurren y lo que hago es anotarlas y después redactarlas. Es una suerte de ayuda memoria que tengo para los relatos y en absoluto me molesta o incomoda. Esa circunstancia no interrumpe mi sueño ni me impide descansar. Todo lo contrario, me parece una circunstancia feliz, algo que agradezco, porque Flaubert, por ejemplo, hasta enfermaba en la búsqueda de una palabra que le faltaba para continuar.

Yo sueño como si se tratara de películas neorrealistas, secuencias enteras y mi mente me ayuda tanto que, semanas antes de culminar una novela, se me aparece el final. Y esas apariciones, en el mismo decurso del sueño las voy contando tal como aparecen. Tanto es así que, como habrá notado el amable lector, a veces salto de una historia a otra en medio de la novela. Ese es mi estilo, el de mis sueños, el de las neuronas que despiertan y me despiertan a mí. Nunca me ha ocurrido que después de una aparición de esas no haya podido dormir. Es más, me viene un sueño plácido porque soñar me ayuda en la tarea.

Por si acaso, les cuento que no tomo, no fumo ni ingiero pastillas. Al contrario, llevo una vida muy sana, practico ejercicios diariamente y mi alimentación es saludable. Tengo amigos escritores que calman la ansiedad con un par, o más, de tragos, alguna pastillita para dormir o son fumadores empedernidos. Esos son síntomas de ansiedad que no me aquejan. Escribir, para mí es grato, relajado, y lo más que necesito es música clásica o música popular de mi época para acompañarme.

Les he compartido un secreto, pero no creo que les sirva de mucho. Es, absolutamente, un recurso personal, que se me desató desde desde niño, cuando se me aparecían preguntas y resultados de los exámenes del colegio. Ahora me ocurre para mis historias.


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Gabriel Niezen Matos

Escritor y realizador audiovisual.

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